martes, 15 de diciembre de 2009

J & W

Dejó de pensar y se limitó a sentir. La cintura de
la muchacha bajo su brazo era suave y cálida. Le dio la
vuelta hasta quedar abrazados cara a cara. El cuerpo de
Julia parecía fundirse con el suyo. Donde quiera que
tocaran sus manos, cedía todo como si fuera agua. Sus
bocas se unieron con besos muy distintos de los duros
besos que se habían dado antes. Cuando volvieron a
apartar sus rostros, suspiraron ambos profundamente.
El pájaro se asustó y salió volando con un aleteo alar-
mado.
Rápidamente, sin poder evitar el crujido de las ramas
bajo sus pies, regresaron al claro. Cuando estuvieron ya
en su refugio, se volvió Julia hacia él y lo miró fijamente.
Los dos respiraban pesadamente, pero la sonrisa había
desaparecido en las comisuras de sus labios. Estaban
de pie y ella lo miró por un instante y luego tanteó la
cremallera de su moño con las manos. ¡Sí! ¡Fue casi como
en un sueño! Casi tan velozmente como él se lo había
imaginado, ella se arrancó la ropa y cuando la tiró a un
lado fue con el mismo magnífico gesto con el cual toda
una civilización parecía anihilarse.
(..)
El sol parecía haber intensificado su
calor. Los dos estaban adormilados. Él alcanzó su des-
echado mono y la cubrió parcialmente.
Al poco tiempo se durmieron profundamente. Al cabo
de media hora se despertó Winston. Se incorporó y con-
templó a Julia, que seguía durmiendo tranquilamente
con su cara pecosa en la palma de la mano. Aparte de la
boca, sus facciones no eran hermosas. Si se miraba con
atención, se descubrían unas pequeñas arrugas en tor-
no a los ojos. El cabello negro y corto era extraordinaria-
mente abundante y suave.

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